viernes, 10 de julio de 2009

Capítulo Escones del curso Pastelería artesanal: cosas ricas para la hora del té

El amor viene hacia mí en un mercedes benz. Conduce con la rectitud y la seriedad con la que fue educado, y no tiene miedo a nada. Ni siquiera a mis dolores. Esta clase de hombres aprieta la yugular de tu sensibilidad hasta hacerte sentir que pueden, si quieren, dormirte los sentidos hasta no saber quién sos.
Viene hacia mi envuelto en barro de la construcción, pero en una forma limpia del barro. Cuando me llama desde el obrerito, u obrerol, ya no me acuerdo, me cuenta lo que almorzó y que hace frío afuera, pero que él no tiene. Ahora sé que va a tardar, porque la obra está muy lejos, y yo mientras tanto sigo haciendo de reina en su casa de rey.
Hacer de reina es sólo meterse en la cama y llamar al médico para que diagnostique: enfermedades de la garganta. Después tomar amoxidal y dormir la siesta con la calefacción central. Que el mayordomo venga a decirme que hay escones para merendar, y merendar. Café con leche espumosa, tostadas miles con miel, y: escones tibios.
Todo en un pijama gris, y ancho, que es un invento enorme de los noviazgos.
Mamá llama para ver cómo se está, se le dice que mejor, y entonces volver al mundo-cama. Las cosas estarían hechas para pasar la vida en esta posición, podríamos volvernos objetos, o seres inútiles envueltos en plumas de ganzo.
Una mujer, por ejemplo, tiene algunas oportunidades en su vida de volverse un ser en reposo. Con computadoras portátiles que sirven para mirar pornografía mientras él no está, para flirtear con otros chicos mientras él no está. Y después masturbarse. Y no hacer mucho más. Tal vez, en un futuro, un fotolog a escondidas con insultos a los hijos que tendremos, y fotos de mi concha sin depilar. Jugar a ser princesas y esperarlos. Retener la belleza un poco más, maquilladas, peinadas, recién bañadas. Pero también retener la Belleza. Si. Un rato más. No hablamos de esas bellezas, vos sabés, no de esas “bellezas” que mutan el pelo de color cuando ellos quieren, y hacen reír a los parientes. De esa belleza no. De una que se nos está escurriendo y que sería más difícil de recuperar.
La estamos perdiendo en las estaciones de servicio de avenida del libertador, o en un barco anclado en un puerto privado de san fernando, en esta cama, en estas sábanas y en el vértigo doloroso de sabernos una mujer que puede esperar. Que tiene. Que espera. Que parece tiene paciencia para hacerlo, y lo hace bien.